El desarrollo del migrante en España y en general en Europa, está determinado principalmente por la labor que realiza para sostenerse al interior del país. La condición de migrante irregular o indocumentado, precariza la posibilidad de acceso a puestos de trabajo bien pagados y en condiciones de equidad óptimas, comparándole con la mano de obra europea.
La pregunta que se hacen muchas de las personas que migran es si solo se consiguen trabajos que los europeos no desean hacer, tales como labores manuales, de saneamiento y servicios del hogar o de comercios dedicados a los servicios de alimentación.
La respuesta corta a esta inquietud es no, ya que, si existe la posibilidad de acceder a trabajos diferentes a los anteriormente mencionados, pero que también para ello es importante lograr tener unas condiciones bastante claras.
Teniendo claro, que como en cualquier empresa hay que empezar «haciendo méritos», la principal condición para mejorar su situación, es el nivel académico del migrante, entendiendo esto como principal filtro para el acceso a puestos mejor remunerados y con mejores condiciones. Esto parece una falacia, cuando la piedra en el zapato se siente, en el caso en que siendo profesionales, no se logra salir de los puestos de albañil, mesero o conductor de camión. Es ahí donde se duda acerca de la premisa educativa.
Para saltar esta diatriba, es importante comprender que el empleador europeo, por simple lógica, privilegia la educación recibida en su territorio, porque es el que conoce, razón por la cual es absolutamente necesario lograr una calificación europea para acceder a estos mejores puestos de trabajo, y esto solo se logra mediante estudios que van desde la educación técnica hasta la universitaria en instituciones europeas.
Es muy cierto que entrar a competir con el europeo promedio es bastante difícil, y sobre todo si este ha recibido toda su educación en Europa, pero también es cierto, que actualmente los migrantes tienen algo en mayor medida que sus pares europeos… Resiliencia.
Esta resiliencia es la clave para que el migrante se esfuerce el doble para lograr sus objetivos, y pruebe una y otra vez para llegar hasta donde quiere llegar. La mentalidad del migrante ve imposible hacer un viaje tan largo para claudicar ante el primer problema, y es ahí, donde toma especial valor el carácter resiliente que es muy apetecido por cualquier empleador. Un trabajador europeo tiene unas expectativas claras acerca de las condiciones que espera de su lugar de trabajo, el migrante tiene una sola… que lo dejen trabajar.
En resumen, si el migrante entra en la lógica de estudiar en Europa para calificarse, podrá acceder a empleos mejor remunerados y de calidad, llevando esto a la inevitable consecuencia de cubrir de forma efectiva el mercado laboral, ya que la condición modernista del “Nosotros” migrante, en contraposición de la del “Yo” postmodernista del europeo, hace que sea más atractiva una mano de obra foránea comprometida con la empresa, que la del nativo, que ve su empresa como un mero medio para lograr sus objetivos.